
Un individuo puede lograr a lo largo de su vida ser testigo de alguna u otra forma los diferentes conflictos bélicos que asolan nuestro mundo. Pero las guerras más difíciles de librar son aquellas en las que nos enfrentamos con un enemigo muy poderoso y peligroso. Él nos conoce muy bien y sabe donde hacernos daño. Hablo de las guerras o batallas que a lo largo de nuestra vida mantenemos con nosotros mismos, sea por lo que sea, por malas acciones, por un momento malo, por muchas diferentes cosas. En este caso no hay resoluciones tardías de la ONU ni el compromiso de otros paises de mediar en el conflicto. En los conflictos con el alma no hay intermediarios ni ayuda externa posible, es un enfrentamiento de igual a igual.
En el derimir de la batalla no hay vencedores ni vencidos. No hay ganancias ni mucho menos, a veces hay pérdidas de valor incalculable, esas pérdidas que afectan al alma y nos van cambiando poco a poco. De un punto inicial de partida pasamos por diferentes estados hasta llegar a un estado digamos final que no es del todo concluyente. Yo mis batallas las he perdido todas, pero nunca diré si me cambiaron para bien o para mal. Lo único que os puedo decir es que como dice la canción -oculto mis defectos para poder dormir.
2 comentarios:
ya no eres un desconocido porque has compartido con los que te leemos...y te comprendemos...
Es imposible que hayas perdido todas tus batallas, algunas (incluso muchas) las ganarías, pero no te has dado cuenta porque solemos ver lo malo antes que lo bueno ;)
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